La mejora de la convivencia en los centros educativos constituye un reto compartido, en el cual ha de participar el profesorado, el alumnado, las familias y el resto de agentes sociales. La clave del progreso reside en la implicación y la unidad de actuación del colectivo y en la planificación y puesta en práctica de actuaciones coordinadas y complementarias desde los distintos ámbitos de intervención. Cuanto más grande sea el número de profesionales implicados, cuanto más homogéneos sean los criterios de intervención, mayor posibilidad de conseguir resultados positivos. Inversamente, cuando la actitud mayoritaria es la indiferencia, cuando los criterios de actuación no son claros o se aplican de manera errática, de poca cosa sirve el esfuerzo de un número reducido de personas.